domingo, 13 de febrero de 2011

Una Noche Contigo

La noche se cernía y en la mano una copa sujetaba. Desde la cocina la música del salón sobresaltaba por el pequeño muro que dejaba ver la coronilla de una cabeza de pelo rizado y rubio tostado por el sol que estaba alzándose por encima del borde del sofá. La habitación, semidesnuda de luz iba entonando a un tono más íntimo, el olor a las rosas rojas en el jarrón de la entrada se extendía como la niebla por todos lados.

Deje mi posición de halcón que todo lo ve y fui andando lentamente hacia donde ella estaba, bordee el sofá y seguí adelante. Me senté al lado de ella, la cual estaba miedosa y fría rozando con sus labios el borde de la copa. Dos miradas se entrecruzaron, parecía que iban a saltar tales chispas que todo el inmueble quedaría reducido a cenizas. Bebimos un poco, y aun bebiendo las miradas no se perdían en el infinito, puesto que el infinito estaba dentro de nuestras pupilas.
Una de mis sonrisas picaras se escapo entre tanto, y ella como siempre dejo caer una de sus brisas que abanican mi mirada, dejo entreverse la fila superior de los dientes, era preciosa. Su pelo caía por su lado derecho, llevaba los pendientes que le regalé. Esos ojos verdes caramelos, esa rojez en sus pómulos… Su vestido negro azabache resaltaba su piel, aun tostada por el sol del verano, blanca. Tenía un tacto suave, casi no parecía humano. Podías morir si ella te rozara con uno de sus dedos y recorriera con él todo tu cuerpo, pero morirías feliz y apenado, por no poder volverlo a sentir. Y es que sus caricias y sus juegos son únicos, ella sabe cómo nos gusta a los hombres que nos haga ese tipo de cosas.

Se quito los zapatos que cayeron al suelo chocándose entre ellos y dejando proliferar ese típico sonido. Se recostó sobre el sofá cambiando a otra cara y torciendo la cabeza hacia el otro lado. No éramos tontos, y el silencio con miradas, mas dice que el que habla. Me incline sobre ella, le pedí la copa, la tome y torne a dejarla en la mesa al igual que había hecho con la mía. Entonces lentamente, como agua que gotea y sacia la sed de un pobre naufrago en una isla perdida. Se poso delante de mis ojos, puso unos con otros, como si intentara saber lo que pensaba en ese momento. Los fue cerrando como si de sueño se tratase. Al mismo tiempo giraba suavemente la cabeza, ceñía los labios y se acercaba a mí.
Yo, atónito como aquel que nunca ha besado, cerré los ojos rápidamente y abance a ella. Nuestros labios se juntaron y el tiempo se volvió eterno, eterno porque no se vivía, se disfrutaba. Tras ese beso vino una mirada, y una sonrisa, y luego se sucedieron ellas y los besos. Baje mi mano a su cintura, como se sentía… Era como tocar el rayo de un sol, cálido y efímero a su vez, puesto que no pude evitar llevar la mano a su cabeza. Y sus manos…. Una de ellas en mi cabeza para así hacer que no me escapase. La otra en mi pecho, para sentir mi ritmo de caballo desbocado queriendo salir.
Tiramos todos los cojines con nuestros pies y nos tiramos en el sofá, ella encima mía, ejerciendo presión con su cuerpo y ahogándome un poco con sus pechos. Entonces ella empezó a besarme en el cuello. Lo hacía tan lento pero a su vez tan… tan delicioso. Sentía como de vez en cuando me mordía un poco. Pero como terminaba aquel beso, es como la coletilla que queda tras remover la masa para un dulce. Se sentía tan bien, e incluso había cada pocos besos un escalofrió que recorría desde mi hombro izquierdo pasando por el corazón y que llegaba a la punta del pie derecho, en diagonal. Aquello me volvió loco. Ella lo dejo, me miro con una cara gatuna y todo se detuvo, pensé incluso de que algo iba mal, pero entonces ella se levantó, me cogió de la mano y me hizo que me levantara, se giró y me guiñó un ojo. Fue andando hacia mi dormitorio y en la puerta se detuvo apoyándose con una mano en el dintel, me volvió a mirar de reojo, volvió a sonreír y se adentro en aquella fantasía que era la oscuridad.
Lo demás no se puede contar, no vaya a ser que sueñes esto, pero imagínatelo si quieres. Aun así, te digo que los sueños no se repiten y este ya ha sido mío.

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